Yo amo el fútbol

 «Elijan el tema que más les apasione»… Fue la frase que ordenó el profesor en clase, y lo único que pasó por mi mente en ese momento fue el fútbol.

Este amor no está exento de historia:

«¿Por qué dices amar el fútbol?»

Es una pregunta que escucho frecuentemente, y que regularmente viene acompañado de un tono burlón. Quizá la razón de este cuestionamiento sea el boom de «¡Me encaaaanta el fútbol!» que muchas mujeres adoptan por moda, o por llamar la atención de los hombres, y que claro, no tiene un motivo más importante de por medio.

Pero verán, en mi particular caso puedo decir que el fútbol corre por mis venas, desde que era una bebé. Crecí rodeada de este bello deporte, enmedio de partidos que se disputaban en mi amado Tezoyuca -un pueblito cercano a Texcoco-  con equipos formados por miembros de mi familia, y de otros pueblos aledaños.

El fútbol en Tezoyuca es casi religión. Cada domingo hay partidos en la cancha 20 de noviembre, y no faltan las reuniones para ver las transmisiones en tv de la liga nacional. Esto explica un poco mi acercamiento con el soccer, pues al estar rodeada de familia futbolista, era lógico que en algún momento de mi vida me interesara aún más por este bello deporte.

Por allá del 2000, una de mis primas me invitó a entrar a la cancha como ‘cachirul’, porque les hacía falta una jugadora… y como soy muy aventurera, me animé a jugar mi primer partido de fútbol rápido. Tenía las bases de las reglas (porque mi papá me explicaba todo lo que podía cada que íbamos a ver jugar mi hermano), pero sin duda, lo que no me imaginaba era lo que se sufría dentro de la cancha.

¡Sí, señores!  Imaginen a una niña de 9 años y de apenas 1.30 cms jugando fútbol rápido… ¡y de delantera! ¡Era la burla de ese día! No podía retener el balón por más de 3 segundos, no hacía buenas recepciones, mucho menos goles, y además era blanco fácil para la defensa del contrario, que por cierto, estaba formada por mounstros. En el segundo tiempo entré en la defensiva y fue cuando mi suerte cambió, pequeñita y todo, logré encontrar un perfecto equilibrio entre la fuerza de mi cuerpo  y mi habilidad para detener a las jugadoras y quitarles el balón. Había encontrado mi posición ideal.

Desde ese día me uní al equipo, compré mis tenis y jugaba cada domingo con mi familia. Y de ahí nació el amor: de la unión que propiciaba con los míos. Además de acercame más a ellos, me acercaba más a mi papá, que desde siempre ha sido Puma de corazón. Y sí, le voy a Pumas; yo también soy Puma, literal, desde que estaba en la cuna.

¿Que por qué amo el fútbol? Porque sé lo que es tener el corazón agitado de tanto correr, sé lo que se siente perder una final, o ganar un partido. La alegría que te causa ver a los tuyos reunidos para verte jugar, la adrenalina e impaciencia que sientes ante una ronda de penales, llorar porque te lesionaron y no puedes continuar en el juego, o lo increíble que puede ser disputar una ‘cascarita’, en cualquier lugar y con cualquier persona. Porque el fútbol, al ser el deporte más visto del mundo -y por más ridículo que pueda escucharse- une a las personas. Porque te enseña la palabra ‘lealtad’, hacia tu equipo y tus compañeros, y porque para mi siempre es maravilloso pisar escenarios tan cautivadores, como lo es CU.

Como verán, lejos de aprenderme nombres y fechas importantes del fútbol y jactarme de amarlo por eso, para mi el amor por este deporte va más allá. No solo verlo y seguir a mi equipo, sino sentir esa pasión y entrega, como jugadora y espectadora; y que logre provocarme tantas emociones en solo 90 minutos, eso es lo realmente fascinante.

Con este blog pretendo documentar mi visión, no solo del fút, sino de todos los deportes que me encantan y despiertan la misma pasión en mi. Además, hay cosas interesantes que quiero contarles y una historia de éxito que, sin duda alguna, aumenta mi convicción de que cuando amas y luchas por algo, no hay imposibles.

Incluso si se trata de un medio tan difícil, como lo es el balompié.